“Perder peso” o tener un cuerpo más “tonificado” son objetivos muy comunes, sin embargo, pocas personas reconocen que medir la composición corporal es un punto de partida fundamental para lograr cambios físicos saludables y sostenibles.

La composición corporal es un indicador importante de la salud y condición física de una persona, ya que permite analizar la distribución de los diferentes factores que influyen en el peso corporal, como la masa grasa, la masa músculo esquelética y el agua.

Esto permite tener una perspectiva más global del peso y obtener información valiosa sobre la salud metabólica, el riesgo de enfermedades y la capacidad funcional de una persona.

En este artículo descubrirás por qué es importante orientar la mirada hacia objetivos de recomposición corporal, en lugar de seguir hablando de“perder peso” o “tonificar”.

¿En qué se diferencian la composición corporal y el peso?

El peso es una medida simple de la masa total de una persona que suele representarse en kilogramos o libras, y que tiene limitaciones importantes al no distinguir entre los diversos componentes del cuerpo y al ser susceptible a variaciones temporales, como cambios en la hidratación y la alimentación.

La composición corporal, en cambio, es una medida más significativa porque no solo considera la cantidad total de masa, sino también la calidad de esa masa, diferenciando entre tejido magro, graso y agua.

Esto nos aporta información valiosa y nos revela que perder peso no siempre es un resultado saludable, especialmente cuando implica la reducción significativa de masa muscular, un elemento crucial para la salud y la funcionalidad del cuerpo.

Es la composición corporal la que explica por qué los cuerpos de dos personas pueden verse completamente diferentes, aún cuando pesen exactamente lo mismo.

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¿Y qué hay sobre el IMC?

El Índice de Masa Corporal (IMC) es una medida que evalúa la relación entre el peso y la altura de una persona, con el objetivo de estimar el riesgo de ciertas condiciones de salud asociadas con el peso.

El IMC clasifica a las personas en categorías como “bajo peso”, “peso normal”, “sobrepeso” y “obesidad”, sin embargo no distingue entre masa magra y tejido adiposo ni tiene en cuenta la distribución de la grasa en el cuerpo, por lo que es un indicativo con muchas limitaciones y poco confiable del estado de salud de una persona.

Confiar exclusivamente en el IMC implica ignorar riesgos potenciales no detectados, pues un individuo con un IMC en el rango normal podría tener una proporción alarmante de grasa visceral, que está vinculada a problemas metabólicos y enfermedades cardiovasculares.

Es por esto que siempre es recomendable complementar el IMC con otras medidas más detalladas de composición corporal que permitan una comprensión más profunda de la distribución de tejidos en el cuerpo y ayuden a orientar intervenciones más específicas para mejorar la salud y la forma física.

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